Por Francisco Aguirre Andrade
Marzo, 2008.
“…Pueden prometerse acciones, pero no sentimientos, porque estos son involuntarios. Quien promete a otro amarlo siempre u odiarlo siempre o serle siempre fiel, promete algo que no está en su mano poder cumplir; lo que puede prometer son actos o manifestaciones que si ordinariamente son consecuencia del amor, del odio, de la fidelidad, pueden también provenir de otras causas, puesto que caminos y motivos diversos conducen a una misma acción.”
Oponerse a la soberanía del cuerpo es oponerse a la libertad de conciencia y a la libertad de elección. Quienes hablan del derecho a la vida desde la concepción, hablan de la injusticia de decidir sobre la vida del que no puede hacerlo, yo también puedo decir que quien trae un niño al mundo tampoco le ha preguntado a esa futura existencia si quiso o no amanecer a la vida; dicho de otro modo, a nadie se le ha preguntado si quiere o no nacer.
Tengo una sola hija que pronto cumplirá quince años y creo que para engendrar un ser además de tenerle resueltas sus necesidades vitales: alimentación, salud, vivienda, educación, seguridad, etc., también se le debe dar afecto, la posibilidad de cultivar una personalidad segura, capaz de discernir, disentir y decidir como de proporcionarle un encantamiento constante de la vida y el mundo que dé cuenta a esa nueva criatura que la vida es bella y vale la pena ser vivida.
Para eso, un hijo debe tener un nacimiento deseado; nadie puede intervenir y juzgar los sentimientos internos de nadie, sólo pueden juzgarse los hechos entre seres que ya están en el mundo.
Acuerdo o imposición, esa es la verdadera disyuntiva.
En la vida humana la vida no debe ser igual a la sobrevivencia, hablar de vida humana es hablar de vida digna y de vida alta.
Oponerse a la anticoncepción es oponerse a la decisión consciente de intentar ser buenos padres, en vez de estar obligados a serlo porque las circunstancias y las leyes lo obligan.
No puede una experiencia particular, con su particular carga de emociones, convertirse en una regla para todos los casos, si una mujer pudo cambiar sentimientos de rechazo por los de aceptación y finalmente de amor, es porque con seguridad tuvo condiciones familiares, afectivas, solidarias y psicológicas favorables para afrontar su situación; habría que ver cuáles son las condiciones en las que nacen, crecen y viven los miles de seres, productos de violaciones, abusos, o ignorancia ,ignorancia defendida entre otros, por quienes se oponen a los programas de educación sexual en las escuelas.
Hace cinco años fui apuñalado y gracias a un movimiento rápido de mi pierna estoy vivo y puedo escribir estas líneas, pero ese movimiento rápido de mi pierna izquierda significó un nervio cortado y un caminadito sabrosón que tengo desde entonces. Durante los primeros meses de esta nueva realidad corporal en mi vida, la rabia inundó cada una de mis células, odié a todos los delincuentes sin embargo nunca llegué a pensar que la solución a ese tipo de violencia era aplicar la pena de muerte, lo que si pensé firmemente, con mi enfebrecido cerebro es que personas como las que me acuchillaron jamás debieron haber nacido y maldije a todos a los que se oponen a la anticoncepción y el aborto.
Pero, sé que es un pensamiento nacido de la fiebre emocional y, por lo mismo, no puede convertirse en Ley; sin embargo, desde el otro lado, se esgrimen a modo de argumento, con la intención de convertirse en Ley escrita, cosas como: “Yo que he sido madre…“
Viví seis años en México y allí hay un movimiento antiabortista llamado “Pro-Vida” que hace bastante ruido, su principal aliado es el arzobispo de México Norberto Rivera y Carrera, quien es entre otras cosas, protector de un sacerdote pedófilo, busquen en la Web o averigüen si es que dudan de lo que escribo. Esta asociación llamada Pro-Vida, no solamente se manifestaba contra el aborto, la anticoncepción y la educación sexual, sino que apoyó la amenaza del Obispo Rivera de excomulgar a los católicos que vieran la película “El Crimen del padre Amaro”, la agrupación Pro-Vida protagonizó un mitin para prohibir de la proyección de la película antes mencionada, cuando le entrevistaron a su dirigente (un señor de apellido Serrano Limón, en ese entonces) dijo que él sólo veía “películas sanas como Scooby Doo…”, resulta difícil tratar con una contraparte así.
Hay quien dice que “el desierto crece y la única manera de combatirlo es con brazos trabajadores que le puedan convertir en jardín”. La pregunta es: ¿concebimos a nuestros hijos como seres libres o cómo propiedad nuestra al igual que el ganado?, creemos que continuarnos como especie es continuarnos como seres creativos y autodeterminados o continuarnos como mantenedores de un interés, una idea, una creencia o un capricho, bien intencionado o no pero en última instancia equívoco si consideramos los límites del entendimiento humano determinado en gran medida por miedos, traumas, carencias, costumbres, repeticiones, obsesiones ubicadas en algún lugar de la memoria de los individuos, de las culturas y la especie. Creo sí, que los seres humanos por consumir oxígeno y espacio tenemos obligaciones con la naturaleza y la continuidad de la vida y que nuestros desperdicios orgánicos deben convertirse en abono para fertilizar el suelo.
No soy anti-religioso, tengo una práctica y un camino de vida atada voluntariamente al misterio mayor. Creo que las decisiones sobre tener o no tener hijos o tener o no tener determinado tipo de vida sexual es un problema de conciencia y no del Estado, es problema del Estado procurar a la población, las condiciones para su bienestar e impedir los abusos de un sector de la sociedad sobre la sociedad en su conjunto.
Creo que el ser humano necesita orientación, no amaestramiento.
El momento en que intente imponer a otros los principios y fundamentos subjetivos de lo que creo estaré atentando contra esos mismos principios y fundamentos en los que fundo mi vida, pues la persona a quien impongo mis creencias las aceptará por miedo o por comodidad, pero no las entenderá, recibirá el impacto de la idea pero no conocerá su esencia o su raíz, entonces al repetirla sólo repetirá su temperatura y su sentido interno será cualquier cosa, así es como se ha degenerado lo mejor de la cultura de todos los tiempos.
Al ser ilegal el aborto no hay garantías de que éste sea realizado en condiciones médicas e higiénicas adecuadas ,a causa de ello mueren de modo constante cientos de mujeres y los crímenes de la insalubridad y la negligencia quedan impunes. Como lúcida y valientemente expresó María Paula Romo en un programa de televisión oponerse a la soberanía del cuerpo es un castigo para las mujeres pobres pues las mujeres con recursos que quieren abortar pueden pagar un médico clandestinamente o por último viajar a otro país donde el aborto sea legal.
Para la mayoría de las mujeres un aborto es una experiencia muy dura tanto desde el punto de vista físico como desde lo emocional y psicológico es entonces injusto que además tengan que soportar la carga del señalamiento moral de la sociedad y la represión por parte del Estado.
Creo, y varias veces lo he manifestado, positivo el fortalecimiento de la diversidad de comunidades, estas comunidades pueden ser: familias o grupos de familias cortas o ampliadas; comunidades de origen étnico territoriales o no con una identidad cultural y lingüística; comunidades de identidad religiosa y o simbólica; otras comunidades territoriales; comunidades de interés común y de ayuda mutua; de ideas y afinidades de distinto tipo, etc. Creo que las comunidades deben ser un asiento sólido para la vida del individuo, deben dar la posibilidad de desarrollo de la persona y por supuesto de beneficiarse de su aporte individual. Las comunidades no deben ser cárceles y para mí la clausura voluntaria no es una cárcel, es un opción respetable como respetable son todas las opciones que no lastimen a terceras voluntades. Las comunidades tienen la posibilidad de orientar y fortalecer sentidos éticos, afirmar la autoestima de la gente, trasmitir conocimiento, como también de perpetuar abusos y degradar a la persona, de aterrorizar, de condicionar los afectos y la existencia; la comunidad tiene derecho a defenderse de los abusos de otras comunidades y de la globalidad; y, el individuo tiene derecho a defenderse de los abusos de la comunidad a la que pertenece. Una comunidad tiene derecho a vivir de acuerdo a sus reglas mientras sus miembros las acepten voluntariamente, el derecho que no tiene ninguna comunidad es imponer sus reglas a la sociedad entera a través del Estado, pues la sociedad, sobre todo la nuestra, se compone de múltiples y diversas comunidades. La defensa del Estado laico es la defensa de que todas las comunidades existan y la salvaguarda de que ninguna se imponga, que las comunidades puedan ejercer su particular dinámica de acuerdo a su visión del mundo y que los disidentes de esa particular comunidad puedan ser acogidos en la comunidad plural en la que mezclados o no conviven todos, unos al lado de otros; allí, el único derecho posible es el derecho universal del respeto a la voluntad del otro y el acuerdo en el bien común.
Al hablar de comunidad, hablo en los términos más amplios posibles, las comunidades pueden ser pequeñas o grandes; aunque la Iglesia Católica vía bautizo represente en número a la mayor parte de la población, no se la puede dejar de ver (y ella tiene que asumirse como tal) sino como una comunidad, pues de otra manera su cosmovisión equivaldría a la Verdad Suprema en la que debemos calzar todos, sería escupir sobre nuestra historia y sobre el patrimonio de la Revolución Liberal de 1895.
En materia de derechos, nuestras legislaciones, fruto de las diversas luchas sociales, a lo largo de la historia, han avanzado de manera progresiva; en algunas cosas hemos sido pioneros y en otras los derechos escritos han llegado tarde, alrededor de 1910, tuvimos una Ley de Divorcio mientras en países como Colombia, Argentina, Chile y Brasil, no sé si haya cambiado su situación, pero hasta la década de los ochenta no la tenían.
En la década de los veinte, las mujeres tuvieron derecho al voto mientras en otros países de América Latina, no la tuvieron hasta la década de los cincuenta.
En la Constitución de 1978, a veces injustamente ignorada, por ser producto de una dictadura, se consagraron al menos dos de los derechos fundamentales y trascendentes en el devenir nacional; uno de ellos es el voto a los analfabetos, que constituyó la inclusión masiva de los sectores campesinos e indígenas en el panorama político legal. El otro derecho fundamental consagrado en la Constitución de 1978 es la igualdad de los hijos ante la Ley y la legitimidad de la Unión Libre, antes de eso los hijos se dividían en: legítimos, los nacidos dentro de un matrimonio, ilegítimos los nacidos de la unión libre o fuera del matrimonio y sacrílegos los hijos de los curas, esa aberración felizmente desapareció de la Ley escrita, ahora se trata que desaparezca de las cabezas y de los corazones de la gente, las diversas comunidades y el Estado tienen una responsabilidad en ese punto.
Tanto el voto de los analfabetos como la igualdad de los hijos ante la Ley causó escándalo en los sectores más reaccionarios de la sociedad, de eso guardo memoria porque estaba ya en la secundaria y a través de mis compañeros se podía saber lo que se opinaba en las distintas familias.
Hace diez años y pedazo fue despenalizada la homosexualidad y se la reconoció como una orientación de la persona y no como hasta entonces una enfermedad y un delito por existencia.
No podemos retroceder en la profundización de las libertades y de los derechos, el debate debe ser limpio y no es lícito que a razones se responda con golpes emocionales que tocan miedos o culpabilidades heredadas que habitan en el inconsciente de las personas y de los pueblos; amenazar con la excomunión o el infierno, sacar niños de entre ocho y doce años a manifestarse por temas que son incapaces de entender dada su experiencia de vida, o acusar de desnaturalizada a una mujer que no quiere ser madre, todos ellos son golpes bajos.
El Estado no puede obligarme a que le quiera a mi vecino, puede obligarme a que no le golpee y a ayudarle si es que tiene un accidente y necesita mi ayuda.
La comunidad católica son muchas comunidades, muchas subcomunidades, mucha gente; hay grupos católicos comprometidos con los derechos sexuales reproductivos y con el derecho a decidir. Al igual que hablar del mundo católico es hablar de muchos y de mucha gente, hablar de los cristianos en general, de los judíos, de los islámicos, de los budistas, hinduistas, gringos, indígenas, mujeres, hombres, ancianos, etc., siempre es hablar de mucha gente y por algunos no se puede definir a todos. Los segmentos intolerantes el catolicismo, el islamismo, el judaísmo, el ateísmo, etc., perjudican a la totalidad del catolicismo, el islamismo, el judaísmo, el ateísmo, etc. pues hacen que los peores pongan el rostro del cuerpo colectivo. Así como toda construcción, propósito o formulación humana es degradable, distorsionable y susceptible de desaparición, también creo que todo es regenerable si acudimos a las raíces y a los conceptos de fundamento no para obedecerlos sino para conocerlos.
En su origen la palabra Iglesia o Eclesia significaba comunidad; en el siglo XX Max Weber la definió (si mal no recuerdo, corríjanme catedráticos) como “Institución fuertemente constituida que administra los bienes de salvación”.
Hoy en el mundo múltiple y diverso la Iglesia Católica debe asumirse como comunidad y renunciar al igual que todas las otras distintas comunidades a implantar las directrices filosóficas o morales de un Estado que debe representar a todos: creyentes y ateos, comunitarios y solitarios, solitarios sociables y solitarios retraídos.